Es curioso como el mismo grupo de empresas ha caído dos veces en el mismo error: querían simplificar los cables creando uno apto para todo, pero nunca ha sido así realmente. Lo que consiguieron al principio fue que conectores que se veían diferentes tuvieran el mismo nombre (USB-A, USB-B, microUSB…). Y cuando parecía que lo iban a enmendar con el universalísimo conector universal de tipo C, resulta que la cosa desvarió. Y sí, ahora solo tenemos un conector pero los cables de un aparato pueden ser totalmente incompatibles con los del otro y estamos vendidos si no nos fijamos bien en su simbología.