Pi recupera la filosofía de los primigenios chats conversacionales: no está aquí para resolver nuestras dudas sino para darnos conversación… y, a diferencia de aquellos, este ni se despeina a la hora de hablar idiomas (al más puro estilo ChatGPT).
Lo que más me gusta es que no exige un absurdo registro y parece funcionar de forma muy fluida, presentando la conversación de una manera bastante “espectacular”. Ha pasado más de medio siglo desde que surgieron estos bots y se nota el salto.