El nuevo Razr parece ser un digno homenaje/reinvención del original, pero llega en un momento que puede ser poco propicio: el estilo diferenciador ya no es lo más importante en un mundo dominado por teléfonos estéticamente clónicos.
Sin embargo, su alto precio (que no exagerado al incorporar una pantalla tan innovadora) no es del todo coherente con el resto de especificaciones un poco más humildes.
No olvidemos también que en su día se vendía como ese móvil con mucho estilo y extra delgado. Esa última parte la ha perdido por el camino, aunque no debería hacerle desmerecer del todo.
En cualquier caso, un experimento interesante que me gustaría tener algún día en mis manos.