De por sí no debería tener nada malo que puedan identificarte y saber muchas cosas de ti a través de un número de teléfono. Es una elección personal y, como tal, todos debemos ser conscientes de lo que conlleva para estar protegidos (más mentalmente que otra cosa) en todo momento.
El mayor problema en estos casos suele ser la gente que pone datos de más creyendo que todo da igual, que nadie lo verá dentro de 5 años o que no es tan grave lo que se dice. Por favor, dejemos de sorprendernos por lo que nosotros mismos hacemos público!
A continuación ahondaré en el tema desde un punto de vista de género.
En este interesante artículo se busca información sobre cuatro personas relacionadas con la tecnología y se nota que todas son conscientes de lo que hacen.
Lo que no llama nada mi atención es que precisamente sea imposible rastrear a las dos chicas: no es más que la consecuencia del mundo machista en el que todavía vivimos.
Yo publicito mi número de teléfono para recibir llamadas de gente interesada en mi trabajo, pero ellas no pueden hacerlo tan libremente si quieren evitar a energúmenos y babosos (algo que por correo electrónico parece no poder evitarse).
Como consecuencia, es más fácil ponerse en contacto conmigo y que yo acceda a un mejor trabajo, algo que ellas deberán compensar de alguna otra manera.
Este solo es un ejemplo más de que legalmente somos todos iguales, pero en la práctica la mitad de la población se ve oblligada a luchar en desventaja por un puesto de trabajo.
Lo más grave es que si trasladamos este estudio tan básico al mundo real, con gente que no domina por completo la tecnología, lo más probable es que nos encontremos con muchas mujeres celosas de su intimidad que involuntariamente dejan resquicios por donde alguien más experimentado (los famosos stalkers se las saben todas) puede llegar a identificarlas.
Este contenido se publicó originalmente en El Cuaderno, donde divago más profundamente sobre toda clase de temas