Dentro de las teorías conspiranoicas modernas más plausibles tenemos la de que nuestras apps nos escuchan. Al fin y al cabo, no es la primera vez que señalan un «bug» que deja abierto el micrófono o la cámara por culpa de una app de sobrado renombre.
Yo, a falta de pruebas que me decanten por la otra opción, tiendo a creerme esta versión de que se trata de un sesgo cognitivo. De lo contrario, poco nos diferenciaría de quien hizo el clásico graffiti: