Los ratones verticales se han convertido en la moda de nicho que más me está tentando: por un lado no resultan especialmente prohibitivos y, por el otro, prometen ser de lo mejorcito para nuestra salud postural.
Toda la gente que los prueba dice haberse adaptado rápidamente a ellos en el día a día y lo único que me echa para atrás es pensar en el mareo mental de usar un tipo en casa y otro en el trabajo.